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EL DESCUBRIMIENTO DE LOS OTROS

BAUTIZO Y HERRAJE DE AMERINDIOS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI

BAUTIZO Y HERRAJE DE AMERINDIOS  EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI

Como es bien sabido, varios cientos de amerindios cruzaron el océano en el siglo XVI rumbo a la metrópolis. Llama la atención, el cuidado que se tenía para que todos estos supuestos paganos fuesen bautizados. Tras cumplir con el ritual, si eran esclavos, se procedía a su herraje y a su venta.

Cuando se cumplimentaba este ritual católico normalmente se le cambiaba su nombre indígena por otro castellano, normalmente el de su dueño. En este sentido, por ejemplo, una india de Juan Pontiel de Salinas declaró que al llegar a España se le puso por nombre Catalina pues también "su ama se llamaba así". En otras ocasiones se optaba por el de una persona querida, o incluso, por el de algún miembro de la familia real, a modo de pequeño homenaje. Por ello son muy frecuentes entre los esclavos nombres como el de Isabel, Juan, Juana, Carlos o Felipe.

Ya los indios que trajo Cristóbal Colón a la corte de los Reyes Católicos, en 1493, fueron bautizados de manera pintoresca según nos consta por la descripción que hizo el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo:

 

Y ellos de su propia voluntad y (a)consejados, pidieron el bautismo; y los Católicos Reyes, por su clemencia, se lo mandaron dar; y juntamente con sus Altezas, el serenísimo príncipe don Juan, su primogénito y heredero, fueron padrinos. Y a un indio que era el más principal de ellos, llamaron don Fernando de Aragón, el cual era natural de esta isla Española y pariente del Rey o cacique Goacanagarí; y otro llamaron don Juan de Castilla; y los demás se le dieron otros nombres, como ellos los pidieron o sus padrinos acordaron que se les diese conforme a la iglesia católica”.

 

Evidentemente esta presencia regia, apadrinando incluso a los nuevos cristianos, así como el boato que seguramente presidió la ceremonia debió ser algo muy excepcional. Ya en la época se intuyó la importancia que tenía tal acontecimiento, pues, no en vano, se trataba de los primeros habitantes del Nuevo Mundo que pisaban tierra europea. Esos bautizos debieron simbolizar algo así como el punto de partida de una nueva expansión de la cristiandad. A continuación, queremos transcribir el texto de la primera partida de bautismo de dos indios en el monasterio de Guadalupe:

 

 

Viernes XXIX de este dicho mes, se bautizaron Cristóbal y Pedro, criados del señor Almirante don Cristóbal Colón. Fueron sus padrinos, de Cristóbal Antonio de Torres y Andrés Blázquez. De Pedro fueron padrinos el señor Coronel y Señor Comendador Varela, y Bautizolos Lorenzo Fernández, capellán”.

 

Realmente el interés que tiene este documento, dado a conocer por Sebastián García O.F.M., es que necesariamente es el primero de esa naturaleza. Ni que decir tiene que se conservan cientos de registros similares de bautizo de indios en decenas de parroquias españolas. Sin ir más lejos, en los propios registros de Guadalupe se conserva, otra partida del 9 de junio de 1549 en la que se bautizo el tlaxcalteca Juan Dueñas, figurando como padrinos el padre Alonso Álvarez, el licenciado Bravo, alcalde, y el doctor Arteaga, médico. El resto de los indígenas fueron bautizados como cualquier creyente, asentándose sin diferencia alguna en los registros de bautismo de las parroquias de aquellas ciudades a las que llegaban.

Son innumerables los casos que conocemos de indios que llegaron a España sin marca de esclavitud y que fueron herrados con posterioridad. Esto le ocurrió, por ejemplo, a la india Catalina, propiedad del carmonense Juan Cansino, que declaró haber sido herrada en la cara "para poderla vender, porque nadie la quería comprar". Para marcarla como esclava no tuvo más que ordenárselo a "uno que vive junto a la carnicería" lo cual efectuó sin demora porque el mencionado Juan Cansino no sólo era regidor, sino que pertenecía a una de las familias llegadas a Carmona tras la Reconquista y, por tanto, de las más influyentes de la localidad.

Asimismo el capitán Martín de Prado herró a su indio Pedro en la cara con una "C", porque supo que pretendía solicitar al Consejo de Indias su libertad. Incluso conocemos el incidente de otro indio que intentaba escaparse de la injusta esclavitud que le quería imponer su dueña, doña Inés Carrillo, al optar ésta por colocarle "una argolla de hierro al pescuezo esculpidas en ellas unas letras que dicen “esclavo de Inés Carrillo, vecina de Sevilla a la Cestería”. No es el único que encontramos con esta característica argolla, muy frecuente también entre los esclavos negros, pues, otro aborigen, llamado Francisco, cuando fue adquirido, su dueño, Juan de Ontiveros, se la mandó colocar. Pero, incluso, debemos decir que la opción de la argolla no era la más dramática, pues, sabemos que un indio que vendió en Sevilla Gerónimo Delcia a Diego Hernández Farfán tenía una marca en la cara en la que se podía leer: “esclavo de Juan Romero, 7 de diciembre de 1554”. Estas marcas en el rostro, selladas a fuego, eran comúnmente aplicadas a los esclavos en la España de la época.

Los motivos que llevaban a sus dueños a querer señalarlos están bien claros. No debemos olvidar que desde muy pronto comenzaron a imponerse grandes restricciones a la esclavitud indígena. Muchos españoles, que legalmente habían comprado sus esclavos, querían asegurar su compra consumando su condición servil con una marca externa. De esta forma creían evitar que los oficiales reales incluyesen a sus indios entre los sospechosos de ser libres.

Ante esta situación, que llevó a muchos españoles a marcar indios que habían sido esclavizados fraudulentamente, la Corona prohibió tal práctica. Así por una Real Cédula del 13 de enero de 1532 dispuso que no se marcase a los indios en la cara como era costumbre “y el que lo haga lo pierda”. Dos años después, ante la reiterada violación de esta disposición, la Corona manifestó su malestar en un escrito dirigido a los oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla y en el que decía textualmente:

 

Por parte de Juan de Cárdenas me ha sido hecha relación en este Consejo que en Sevilla hay muchos indios naturales de la Nueva España y de otras partes de las Indias los cuales siendo libres los tienen por cautivos y siervos. Que no se vendan ni hierren porque sabemos que los que los traen los hierran en el rostro o les echan argollas de hierro a la garganta con letras de sus propios nombres en que dicen ser sus esclavos...”

 

Nuevamente volvemos a comprobar el profundo divorcio que existió en la España Moderna entre la teoría y la praxis que llevó a muchos propietarios a obviar la ley y seguir herrando a sus esclavos. Pero a la larga esta medida fue un paso más hacia adelante en el proceso por acabar con la trata de indios con destino a los mercados esclavistas peninsulares.

 

PARA SABER MÁS:


 

FRANCO SILVA, Alfonso: "La esclavitud en Sevilla entre 1526 y 1550", Archivo Hispalense Nº 188. Sevilla, 1978.

 

 

MIRA CABALLOS, Esteban: Indios y mestizos en la España del siglo XVI. Madrid, Iberoamericana, 2000.

 

 

GARCÍA, Sebastián O.F.M.: “Guadalupe en Indias: documentación del Archivo del Monasterio”, en Extremadura en la evangelización del Nuevo Mundo. Madrid, Sociedad Estatal Quinto Centenario, 1990.

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

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